viernes, 16 de enero de 2015

Reseña: Bajo las ruedas, Herman Hesse.



Por: Josue Osorio Estrada                                                                                                               

La novela marca la historia de un niño inteligente, estudioso que da todo de sí mismo para alcanzar su máxima plenitud en la educación. Está historia cuenta con la singularidad que expresan sus demás obras del autor de Lobo Estepario, Siddhartha y Demian. La primera en mención tiene aspectos en común con la novela en estudio, ya que la descripción de los modos de vida del niño es similar a la del Lobo Estepario, un adulto solitario inteligente estudioso y crítico del sistema capitalista. La estructura de la historia podría ser la misma por los aspectos de la incomprensión social, la tristeza en el personaje y sus múltiples conflictos de la personalidad. Es cierto que existen rasgos autobiográficos de la vida de Herman Hesse en bajo la ruedas, ya que se cuenta que ingreso al seminario pero lo abandono por su rebeldía contra ese estilo de educación[1].

Hanz Giebenrath vivía en una familia burguesa y moderna en su estilo de vida. Su padre un buen comerciante. El modo de vivir del padre era el mismo como el resto de los habitantes del pueblo. La familia Gierberanth no le faltaba nada. Joseph el padre de Hanz era como cualquier padre moderno: creía que la educación que recibiría su hijo lo prepararía para ser mejor que los demás, ser un niño destacado y exitoso, que al paso del tiempo se convertiría en seminarista especialista en latín y griego antiguo.

El primer tropiezo de Hanz se convirtió en la prueba de admisión para el seminario, un examen arduo lleno de matemáticas, teología y gramática latina, sin duda alguna una prueba que un niño con una educación ordinaria en su tiempo no la pasaría. Sin embargo, el niño Giebenrath fue admitido con esfuerzo y dedicación, a pesar de su incertidumbre en el examen. Esa misma dedicación y esfuerzo dejaron estragos como la poca sociabilidad con los niños de su edad y dejaron a un lado las actividades recreativas del infante, que para un niño de su época puede repercutir en el trayecto de su vida.

En principios la vida en el seminario fue ardua, tranquila, sencilla y competitiva, los ingresados al sistema educativo del seminario trataban de destacar en cada uno de las materias impartidas, nadie era amigo de nadie, todos se concentraban después de las clases en las tareas y en las clases extracurriculares. Hanz no era la excepción, la idea de ser el segundo lugar como en el examen de admisión le provocaba pánico y un dolor de cabeza, el cual en ocasiones pasaba de ser leve a intenso. A los maestros del seminario les parecía un niño audaz, comprometido con la educación, siempre era de los primeros lugares en la materia de matemáticas y en gramática latina, lo que Hanz no comprendía, él hacia un mayor esfuerzo por entenderlo y aplicarlo rápidamente para no quedarse atrás. Poco a poco el dolor de cabeza se intensifico, hoy en día esta enfermedad se dictamina como migraña, y fue una característica por la cual recayó el niño Giebenraht en sus estudios.

El segundo tropiezo de Hanz resulto cuando conoció a otro niño llamado Herman Heilner, lirico, poeta y soñador. Hanz y Herman se hicieron buenos amigos, los cuales compartían mucho tiempo, ese tiempo el cual Hanz lo justico como parte de su rehabilitación por su enfermedad. Parte de su enfermedad lo inhabilito para el estudio, no obstante, la influencia de su amigo, la edad y los gustos que compartían los amigos se sumaron a las cualidades que cambiaron su forma de vivir en el convento. Los maestros y principalmente el éforo una especie de vigilante en el sistema educativo del seminario lo empezaron a reprender, a señalar que “ya no era el mismo de antes”, aunque él se esforzaba en ser uno de los primeros lugares.

Esas cualidades hicieron que el éforo se convirtiera en un verdugo, en el represor inconsciente, que con el paso del tiempo, Heilner no le tomaba importancia y justamente su amigo Hanz hizo lo mismo. Heilner perdía el tiempo entre literatura que no era acorde a la enseñanza en el seminario, la escritura de versos y actividades ociosas, era lo único que realizaba este pequeño personaje y desafiaba el sistema disciplinario del lugar de enseñanza.

El tercer tropiezo fue la caída inevitable de niño Giebenraht persistía el dolor de cabeza, su edad y su madurez intelectual era otra, ya no era el mismo. Su aspecto físico era alto, flaco, delgado, ojos sumidos y su color de piel era pálido. Al no ser el mismo de antes tuvo que salir del seminario, el sueño de sus padre se derrumbó como el de cualquier otro. Al regreso a su pueblo, la vergüenza le acechaba, no quería ser él, pero lo tuvo que ser. Seguir con sus estudios en otro de enseñanza u optar por aprender un oficio fue uno de los dilemas por el cual se cruzó en los días posteriores a su salida del seminario. Pero opto por la segunda opción y se dedicó a aprender el oficio de mecánico, las primeras actividades que desempeñaba en un taller fueron en limpiar una rueda, vieja y sucia, la cual le costó mucho esfuerzo y callosidad en la palma de las manos, pero esa misma rueda vieja y sucia le recordó que en su infancia se la pasaba debajo de una rueda cuando se sentía triste y en ocasiones era otro de su pasatiempo. A pesar de ello en su oficio pudo por fin sociabilizar con otras personas y hasta tuvo una novia, que jamás la pudo comprender. Su nombre era Emma, la chica era de estrechos hombros, morena y de un cuerpo esbelto, Hanz siempre la imaginaba con un vestido azul en la imagen romántica perfecta, ella fue parte fundamental para que aprendiera un oficio. Pese a que Hanz no sabía nada sobre cómo tratar a una mujer recordó las anécdotas que su amigo Heilner le conto sobre las mujeres que habían sido sus novias. Gracias a Heilner no echo a perder la relación con su novia. Hasta que llego el desenlace final, un día en la convivencia con los amigos del taller y su novia, en un cantina común y corriente, el joven Hanz Giebenrath como cualquier primerizo para embriagarse decidió beber, una tras otra copa de alcohol, sin importar los efectos que pudieran alcanzar a su persona, lo que le dejo la convivencia fue la sociabilización con demás personas a las cuales no era de su agrado, también un mejor trato con su novia y con el maestro que le enseñaba en el taller mecánico. Sin embargo, “todo en exceso es malo”, cuando le puso final a la convivencia Gierbenrath caminando a casa contemplo el agua de un barranco, de ahí tropezó al agua, nadie sabe los hechos exactamente, sino solo las interpretaciones que las personas le dieron. El muchacho murió con el simple hecho de contemplar el agua o de querer beber un poco. “En las sienes y las manos mostraba su piel unas pequeñas excortaciones azuladas, pero las facciones parecían estar sumidas en un sueño profundo, los parpados blancos velaban sus ojos, y la boca entreabierta tenía un gesto satisfecho y risueño"[2]. Quizás la muerte de Hanz fue espontánea como cualquier abrupto que pasa en la vida, nadie se imaginaba la tragedia de un chico que pudo ser el mejor dentro de un seminario.

En conclusión, podemos decir que estar “bajo las ruedas”, es estar debajo de las adversidades con las cuales no pudo luchar o salir por el peso o las consecuencias de las mismas, es decir, el personaje ya no pudo lidiar más con las presiones y las incomprensiones de su familia, de la sociedad, hasta que un día, el peso de la rueda pudo más que él; a tal grado de derrumbarlo por completo y llevarlo a la muerte. El sistema educativo religioso que se enseñaba en el seminario en el que él personaje a principios fue uno de los mejores, cada día se tornó gris, por su enfermedad y por la madurez intelectual que llego de pasar a ser un niño a un adolescente, su imagen y su mente ya no eran las mismas, lo más decepcionante es que el sistema educativo nunca pudo comprender su enfermedad, la cual pudo haber sido evitada antes de la caída inevitable. La misma situación nos encontramos en la novela de Carlos Fuentes, titulada “buenas conciencias”, igual un niño es incomprendido por el sistema educativo religioso mexicano del siglo XIX, por su familia y la sociedad: la influencia de una amistad suele ser determinante para las aventuras que persisten en la novela y por supuesto en el desenlace. Podríamos enlistar miles de ejercicios de la literatura que podrían ejemplificar la realidad. En la actualidad se sigue con la misma problemática en la educación, la cual es: “la incomprensión del alumno”, en una etapa de la vida donde el alumno se encuentra al desnudo con su propio ser, con su metafísica, sin embargo, son muy pocos los casos que se registran que el maestro se comprenda al alumno. Bajo las ruedas es un libro que podría servir como reflexión para aquellos que aspiran a educar en cualquier nivel educativo, desde kínder hasta universidad, y que sirva de utilidad para que no sé olviden que la compresión de los alumnos es uno de los factores por el cual pueden llegar a su éxito o su fracaso dependiendo el caso.

Bibliografía: Herman Hesse, Bajo las ruedas, PDF.




[1] Herman Hesse, Biografía: http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1822, 16 de octubre de 2014.
[2] Bajo las ruedas, Herman Hesse, página 86. 

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